05 junio, 2010

Huele a rata.

Hace poco maté un ratón que entró a la casa. Según padre no alcanzaba a ser ratón, que era una laucha. O sea, no lo maté yo directamente, lo encerré en el baño para que después el Jaime le diera de escobazos, el encargado del trabajo sucio. Me sentí valerosa, actué con la meticulosidad de un psicópata. Cuando entré al baño y la rata empezó a darme vueltas alrededor decidí esperar a que se quedara en un rincón, me quedé quietecita frente al espejo hasta que la laucha se metió detrás del basurero. Después salí, cerré la puerta y llamé al Jaime. Tengo mala fama de cobarde en mi casa. Mis hermanos me asustan hasta con arañas de plástico y le resulta, grito, quedo pegá al techo del miedo. Ahora era mi oportunidad de quebrarme con algo y lo hice. Mención honrosa pa’l Jaime que cambió la versión diciendo que yo lo ejecuté, es una imbecilidad del porte de un buque, una mentira que no tendría por qué estar en mi repertorio, pero mientras almorzábamos y les comenté cómo maté la laucha, estoy segura de que entre el asco generalizado que produje, hubo cierto grado de admiración para mi. Me caen bien las ratas, son avispás.

No hay comentarios: