Ser mala de adentro es una weá
que se nota: de partida no caís bien, así que empezái a aislarte porque una
persona mala de adentro se sabe así misma así y se salva sola de las molestias
de los otros, una persona mala de adentro no se justifica ni se explica a sí
misma, es por sí y para sí un ego constante y separatista. Con todas esas
características a cuestas es imposible pensar en la posibilidad de desempeñarme
como profesora, pero eso hago. Llámese relatora o lo que sea que se le llame a
esta profesión menoscabada y mal pagada, despristegiada por un sistema que pone
en jaque al profesor y al estudiante no más, o más al profe. La cuestión es que
desde que trabajo que soy infeliz y nunca creí que se pudiera realmente serlo.
Lloro casi todos los viernes y eso que tengo 18 horas semanales no más. No sé
cómo lo hacen los profes que trabajan 40 o 44 horas, en su lugar yo ya me
habría disparado en algún recreo en el medio del patio del colegio. No llevo ni
un año completo trabajando pero ya quiero jubilarme. La introducción que di me
sirve para explicar el odio que me tiene la directora porque ya soy “la
profesora conflictiva que es muy, muy mala onda”, cosa que atribuyo a la maldá
con la que nací. Mi ilimitada maldad no me permite hacer favores, ni horas
extras gratuitas, tampoco me permite ir los días sábados a la corrida de padres
e hijos organizada por el colegio, o darle mi valioso tiempo a la organización
de la fiesta de la primavera que da tanto quehacer a los profes que los obliga
a terminar su jornada como a las 11 de la noche, menos puedo asentir a
preguntas como: Acaso no siente orgullo de trabajar en un colegio que le va
bien en Simce? O quedarme a oir un consejo de profesores destinado a organizar
un via crucis. Lo siento, digo, no pertenezco a la institución de la wena onda,
yo soy mala de adentro.
Hace poco la directora cachó que
entre los profes se formó una especie de “comisión de bienestar” que recauda
una plata mensual DE LOS PROFES y así tener en un casillero destinado a guardar
café, azúcar y te a mano y a libre disposición para y en la sala de profesores.
Con la plata del último mes se optó por comprar un hervidor eléctrico, ya que
el único que hay está malo o anda rebotando por todas partes y uno al final
nunca lo encuentra cuando lo necesita. La directora pegó el grito en el cielo,
el cielo de la administración del colegio, y se enojó, dijo que del hervidor
sólo queda un paso para la sindicalización y luego la total y completa
anarquía, el caos. Es una lástima no haber estado ahí cuando la veterana se
desayunó con la noticia. A mí me lo contó la profe de matemáticas, que ya está
bien asustá porque la otra vez en su reunión de apoderados los papás agarraron
vuelo y mandaron una carta al ministerio de educación por la falta de lugares
pa almorzar de los cabros. A mi igual me dio risa lo absurdo de la situación, pero
aproveché de decirle a la profe que en una de esas sería weno agarrar papa y
sindicalizarnos no más, mal que mal si la echaran tendría el apoyo de la
organización y el empleador se vería en la obligación de justificar verazmente
la causa de despido y por lo menos se iría con plata en el bolsillo. Se lo dije
porque al final uno salta cuando las weás le tocan directamente. Si estái
cómodo o bien adaptado esas ideas ni se te ocurren, es la adversidad la que te
hace recurrir a la colectividad. Es obvio que el demonio que llevo dentro fue
el que me sopló esa idea.
1 comentario:
No eres mala , creete el cuento si.
Publicar un comentario