12 mayo, 2010

No one knows

Son las 12:57. Hace nada llamé a la Ana para preguntarle si había DOE. Me dijo que no, que no fuera a la U porque madre de Avendaño había muerto...
Avendaño=Acedaño.
Lo llamamos así por su imparcialidad, es de esos profes que no pueden evadir el favoritismo y yo, definitivamente, no soy una de sus preferidas. Pero se deshace, cualquier argumento de odio o rivalidad desaparece ante la noticia de que su mamá se murió.
Acedaño=Skinner.
Vivía sólo con su vieja, eso es lo que se rumorea. Que se levanta a tocar el violín a las 5 am y a las 6 am parte pa la Universidad. Ahí lo vemos dando vueltas todo el santo día, tocando los hombros de sus salameras, besándoles las mejillas, sonriendo para sus adentros. Jamás ha soltado carcajada alguna, un sarcasmo quizá pero siempre sucedido por la misma expresión de nada que lo precede.
Llorará?
En una de esas llora de la misma forma inexpresiva en la que rie. Trato de imaginarlo caminando al lado del féretro de su madre y va igual que siempre, acomodándose los lentes de la misma forma con la procesión por dentro.
Una vez desapareció un buen tiempo, no me acuerdo de qué lo operaron pero recuerdo que olía a muerte. El olor de la muerte no se identifica con el olor de las flores del cementerio o de los hospitales o del ataúd, se asemeja al olor impregnado que queda en la nariz después de pasar un rato oliendo el cloro, aunque no huele a cloro tiene el mismo efecto. Entonces pasaba por su lado y me quedaba ese asqueroso olor a muerte en la nariz y él debe sentirlo en este momento. A lo mejor ese olor le hace llorar y el pañuelo que lleva en el bolsillo lo ocupa para secarse las lágrimas que se le caen, que no son lágrimas en sí, quizá la humedada que le sale del ojo a penas forma una gotita.
Y si lagrimea será de pena o de una mosntruosa alegría de ser libre por fin, como Louis la personaje principal en “The story of an hour” feliz por enfrentarse a esa nueva libertad que le esperaba tras la muerte de su marido-Ninguna voluntad poderosa doblegaría la suya con esa ciega insistencia con que los hombres y mujeres creen tener derecho a imponer su íntima voluntad a un semejante-
Quien sabe.

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