15 abril, 2011

Abril (1)

“…it was all a dreamy alternative reality that didn’t touch his real life, whatever that was, at all”.
About a boy, Nick Hornby.

El misterio de cómo suceden las cosas cabe todo en un “orden caótico”. Mientras Barrientos insiste en el carácter perfectible del ser humano y le da con que la educación es un proceso moral, con las cabras vamos al casino de la U a tratar de conseguir almuerzos con vales vencidos-regalados. Mientras nuestros profes insisten en la metacognición, nosotras adherimos a cualquier reventón propuesto sin un solo morlaco en el bolsillo pechando hasta más no poder. Y en eso andabamos ese día que conocí a Leo: un malogrado objetivo de entrar a una tocata nos derivó con desconocidos a un bar curiosamente llamado “El Bar de Moe”. Yo no quería ir pero las cabras me envolvieron de tal forma que desde el bar aquel pasamos a otro después.
Subimos por una escalera al segundo piso plagado de gente que se conocía entre sí o que conocían a algunos de los seres con los que llegamos. Nos mezclamos rápido, y derrepente Leo, con una mirada que parecía escanearlo todo, usando un gorro bien feo y azul que trataba de regalar a toda costa. Al tiro el relato se vuelve confuso: Leo a mi lado esperando a que las cabras salieran del baño, yéndonos en patota al bandejón central de Alameda, aislarnos, beber, bailar y gritar. Después Leo caminando junto a nosotras más una manada de humanos a tomar la micro que nos llevaría a la casa de alguien. Bajarnos en metro Católica en dirección al departamento de ese alguien. Una de las cabras desertó y cortó para otro lado. Con mi amiga y Leo seguimos a la masa entonando himnos del Bulla que ni nos sabíamos. Hablar entremedio lo que la ebriedad olvida. Gente yendo a comprar a la botillería. Con Leo quedarnos a la entrada del edificio y besarnos, aceptarle el beso por tararear “Please, please, please” de The Smiths muy cerca, casi en mi oído. De curás tratar de subir los 18 pisos por las escaleras, aunque Leo prefirió el ascensor, obvio que no llegamos ni al 4to, no sé por qué hicimos eso. No sé tampoco como hay gente que puede vivir en un departamento sin luz y sin agua. Lo primero que hice al llegar fue ir al baño a hacer pipí. Al salir nos agarramos con Leo en la oscuridad a besuquearmos calentonamente en la cocina que no tenía cocina. Lo bueno de carretear con músicos es que si no hay radio igual hay música, música que también puede molestar a los vecinos al punto de que igual llegaron los pacos a sacar un parte. Pacos en la puerta y nosotros alienados engrupiéndonos mutuamente con Leo en el balcón, viendo curiosos un edificio del frente que parecía proyectar imágenes como por un data show en la ventana. Será porno? Erís de aquellos, cierto?, le preguntaba. Cómo de aquellos? De aquellos poh, le insistía como si fuera a entender.
En el lapsus que nos abrazamos con Leo ya me estaba despidiendo de mi amiga. Recuerdo que él se suponía me iría a dejar a la micro solamente, pero caminamos hasta Club Miel, tratamos de entrar y como nos cobraron entrada mejor nos largamos a la que yo creí, era la casa de Leo. Una casita en una especie de cité, bonita, de tres ambientes, patio interior, una biblioteca completamente asaltable y decoración que advertí, así de entrada, imposible era gusto de hombre y se lo dije.

No hay comentarios: