18 junio, 2011

La era de las protestas (2)

Estaba motivá. Patagonia sin represas, Patagonia sin represas!!!Vitoreábamos todos. Chicharras, trompetas, batucadas, aplausos, harto ruido y el río se encausó por la Alameda desde Plaza Italia hasta La Moneda. Después leí por ahí que fueron casi 15.000 personas, sin incluir la gente que sapeaba desde los edificios. Una viejecilla canosa-chascona desde una de las ventanas superiores del teatro de la Chile a la que desde abajo le gritábamos originalmente: awelita, awelita!!! Alguien remató con un: tírese awelita!!! Eso es un jolgorio de inicio de fin de semana, porque la marcha se convocó para un día viernes en la noche: después de la pega, en la previa del carrete, a la salida de la Universidad o el colegio. Quería pensar que estábamos todos, que Santiago completo se movía. A esas alturas aplaudía no sólo para calentarme las manos. Me pareció raro ver uno que otro paco desprovisto del aparataje de fuerzas especiales custodiando la masa desde las veredas, obvio que era una provocación. Ula-ula, ula-ula, los pacos tienen tetas, las vacas tienen tula!!! Ni un respeto por la autoridad, no me extraña que después en la portada de Las Últimas Noticias apareciera un paco con el cráneo destrozado por un skate para apocopar lo masivo de la marcha. Salvaguardando al skater, nunca debieron andar pacos dando jugo sin protección, el tirón de mechas debió llevárselo la misma autoridad. Porque se salía de toda expectativa la convocatoria, había más gente de la que todos se esperaban. Entre esa multitud nos fuimos cerca de una pareja de tatas a la que simplemente amé. La señora iba con una bandera violeta que decía “feminista” (bandera con la que casi me golpea, qué ironía) de la mano de su hombre pecho’e paloma, orgulloso. Juro que quise ese cuadro posmoderno para mi futuro, ya me veía de la mano de un Sartre en la nueva era del caos, absortos a cualquier método de coerción gubernamental, marchando por cualquier cosa, apoyando cualquier causa. Hermoso. Todos lo demás podían morir, sobre todo los fumadores. A veces siento que simplemente no puedo tolerarlos. En mi gobierno fuera los fumadores, todos a una isla y se acabó. Es que nadie entiende que en la multitud mi pequeñez se exacerba, en mi altura bajo el nivel promedio el aire no llega nuevo, sólo llega exhalado por los otros. Además nadie piensa en las colillas que se dejan al paso o en las quemadas de cigarrillo que DUELEN. Qué bueno que justo cuando ya empezaba a detestar al universo y a enamorarme perdidamente de un niño con corte de cabello Morrissey, nos encontramos con Sammy. Ya estábamos en La Moneda y prendimos. Los gritos dieron un giro: Los pacos, los pacos, los paco están bonitos, con sus uniformes que están apretaditos!!! El peda, el peda, el peda es muy bonito, tiene mucho pasto y muchos arbolitos!!!! No estábamos ebrios pero igual coreábamos esos gritos. La gente empezó a presionar a una línea de fuerzas especiales que contenía al populacho para que no avanzara más al Palacio de Gobierno, gente que se tiraba a las piscinas que hay ahí. No pudieron contra ellos, los guanacos empezaron a mojar y piramos con nuestras canciones ridículas hacia Plaza Italia de nuevo, en una pará súper tranquila pero bailando. Una vez robé un cono anaranjado, señalética de Plaza Italia y me lo llevé en micro para la casa y causó furor en mi barrio, no sé quién se lo habrá quedado pero sentí que había cumplido un sueño. Ese día mi otro sueño cumplido fue echarnos con los cabros en el medio de la Alameda en plena Plaza Italia a mirar el cielo, bien nublado por cierto, a esas alturas moríamos de cansancio y frío. Las ganas de mear nos sacaron de ahí y qué bueno. Cuando estábamos esperando turno para entrar al baño en el Telepizza las tortugas ninja llegaron a caballo, otra vez volaron las lacrimógenas y el guanaco hizo lo suyo.
Mientras meaba podía ver la calle desde la altura de un segundo piso y quien se parara a mirar esa ventana desde la que yo miraba bien podía verme el culo. No hubo tal panorámica por suerte, sólo logré ver un lanza de chaqueta roja saltando la reja que divide el paradero del resto de Parque Forestal, al que no pudieron agarrar. Salí del baño buscando a Sammy y a la Fefi porque la Pauli ya se había ido. Nos quedamos en el Telepizza un buen rato mirando desde ahí la cagá que se iba gestando en las calles hasta irnos a Bella por unas sopaipillas fluorescentes-radioactivas cuando parecía reinar la paz. Comimos. Sammy cortó para donde su novio a quién llamó desde mi celular, lo perdimos de vista con el guanaco viniendo hacia nosotras. No paró ninguna micro en el paradero. De repente una turba de encapuchados con piedras y molotovs entre nosotras y los pacos a caballo. Correr y correr unas tres cuadras hasta perdernos. En eso perder por sexta vez mi celular, dejarlo caer sin sentirlo siquiera, saberlo perdido arriba de la 508. A salvo por fin. Nos encontramos con el Ruben que venía del Peda, en la micro.

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